Por Martín Acevedo
“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. Esta frase, inmortalizada en el cuento de Borges, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, nos inquieta e interpela. Quizá sintetizar el autoconocimiento en un único instante corresponda más a una pieza literaria, pero el descubrimiento de nuestra propia identidad, parcial y paulatino, constituye —como también lo fundamenta el autor en su texto— un elemento intrínseco de nuestra libertad. La alusión al concepto griego de kairos —ese tiempo cualitativo que no se mide, sino que se experimenta—, nos ofrece una imagen poderosa: el instante epifánico en que un hombre se reconoce a sí mismo en el rostro de otro, alguien de su misma condición —en este caso, un gaucho—.
¿Podríamos hoy sentirnos identificados en otros rostros, otras miradas?
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